NOTA: 100%
No quería que llegase el final de año y no reseñar una de las series más grandes y que más cariño le he cogido en estos últimos tiempos, Mad Men. Ya sé que todo el mundo la vió en su momento, que su esperado y controvertido final ocurrió hace más de dos años pero un servidor se la ha tomado con mucha tranquilidad por varias razones, la primera ha sido mi intermitencia; ví las tres primeras de tirón y la cuarta, por razones que no vienen al caso, se me atragantó y la dejé para un mejor momento (pasaron años, os lo he de confesar...). Craso error el mío el dejar a Don Draper exorcizando sus demonios personales y familiares en una espiral de alcohol y mujeres porque por fin hizo acto de presencia la explosiva Megan Draper (Jessica Paré) convirtiéndose en la nueva esposa del exitoso director creativo de la siempre inestable agencia publicitaria Sterling Cooper Draper Price. Superando la 5ª temporada, que acaba mucho mejor que empieza, ya estaba otra vez conectado a una de las series más maravillosas, mejor planteadas y mejor interpretadas de la historia porque ya no la solté hasta el final...
En la séptima y última temporada todo se desencadena, la Agencia es absorvida inevitablemente por la todopoderosa McCaan Erikson y todo el mundo tiene que reestructurar su prioridades con un Don cada vez más hundido en sí mismo y en sus recurrentes crisis de identidad por culpa de su segundo matrimonio frustrado (Megan no desea ya estar con Don estando instalada en L.A.) y con la frustración de pertenecer a la competencia. Pero no todo acaba ahí, a Betty le vuelven a diagnosticar cáncer, Joan es bejada en su nueva posición de poder en la nueva empresa, Pete Campbell no acaba de encontrar esa posición de poder tan ansiada desde que entró en Sterling Cooper, en definitiva, parece que todo el mundo está en un momento crítico de su vida porque hasta la propia Peggy se plantea si tragar o no ante la nueva situación.
Dejando de lado resúmenes para refrescaros la memoria, esta última temporada me ha vuelto a parecer sublime en sus dos partes, con ese enésimo viaje iniciático de Don a ninguna parte, con esa ambientación y puesta en escena sublimes, con esos diálogos tan bien generados y con sentido y con el sorprendente final que no me llegó a encajar en un primer visionado pero que luego tiene todo el sentido del mundo después de cerrar un ciclo con las tres mujeres más importantes de su vida via telefónica con Sally, Betty y Peggy. Sin embargo, no me han gustado tanto los desenlaces de Peggy (me parece de un pastelón innecesario) y los avatares finales de Betty, un personaje que empezó muy bien pero que ha ido apagándose injustamente a medida que pasaban las temporadas.
A pesar de todo esto, la sensación es la misma o parecida que cuando Walter White (Breaking Bad) o Jax Teller (S.O.A.) desencadenaron su final, y no porque el personaje muera o no, sino porque llevo un mes echando de menos al excelente caradura de Roger Sterling, los típicos desplantes hacia Peggy, el papelón que se marca Sally en esta última temporada y muchas, muchas otras cosas más que ya formaban parte de uno como si de una rutina vital se tratase.
Todo tenía que acabar de alguna forma, y qué mejor forma que con uno de los spots más famosos de la historia de la televisión mundial?... Don Draper is GOD...
Dejando de lado resúmenes para refrescaros la memoria, esta última temporada me ha vuelto a parecer sublime en sus dos partes, con ese enésimo viaje iniciático de Don a ninguna parte, con esa ambientación y puesta en escena sublimes, con esos diálogos tan bien generados y con sentido y con el sorprendente final que no me llegó a encajar en un primer visionado pero que luego tiene todo el sentido del mundo después de cerrar un ciclo con las tres mujeres más importantes de su vida via telefónica con Sally, Betty y Peggy. Sin embargo, no me han gustado tanto los desenlaces de Peggy (me parece de un pastelón innecesario) y los avatares finales de Betty, un personaje que empezó muy bien pero que ha ido apagándose injustamente a medida que pasaban las temporadas.
A pesar de todo esto, la sensación es la misma o parecida que cuando Walter White (Breaking Bad) o Jax Teller (S.O.A.) desencadenaron su final, y no porque el personaje muera o no, sino porque llevo un mes echando de menos al excelente caradura de Roger Sterling, los típicos desplantes hacia Peggy, el papelón que se marca Sally en esta última temporada y muchas, muchas otras cosas más que ya formaban parte de uno como si de una rutina vital se tratase.
Todo tenía que acabar de alguna forma, y qué mejor forma que con uno de los spots más famosos de la historia de la televisión mundial?... Don Draper is GOD...
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